VIDEO: Escupen a Sheinbaum en la cara: hartazgo ciudadano y la caída del relato de la 4T

Lo que ocurrió no es un simple incidente callejero. Que un ciudadano escupa a Claudia Sheinbaum en la cara es la fotografía más clara de lo que significa hoy la 4T: desgaste, hartazgo y repudio popular.

Durante años, el obradorismo intentó blindarse con la idea del “pueblo bueno”, de los “otros datos” y de una supuesta legitimidad moral que se colocaba por encima de cualquier crítica. Pero ese relato ya no aguanta. La saliva en el rostro de Sheinbaum no fue un accidente: fue un mensaje. Un símbolo brutal de que la paciencia se acabó.

De la esperanza al repudio

La 4T prometió justicia, igualdad y un país distinto. Lo que entregó fueron migajas disfrazadas de programas sociales, corrupción maquillada con discursos, inseguridad que no cede y un cinismo institucionalizado.
El pueblo que alguna vez aplaudió, hoy responde con desprecio. Y cuando la gente pierde el respeto, ningún aparato mediático puede sostener la farsa.

El fracaso de los “otros datos”

Cada mentira oficial —desde el “se acabó el huachicol” hasta la “paz” en un país con más de 170 mil asesinatos— fue acumulando rabia. La misma Sheinbaum construyó su carrera política en torno a ese relato, pero ahora le estalla en la cara, literalmente.
Ese escupitajo es la respuesta al cinismo de decir que todo está bien, mientras la realidad grita lo contrario.

Un acto de pueblo

Los defensores de la 4T lo llamarán agresión. Pero el gesto encierra algo más profundo: es un acto político espontáneo, visceral, de un ciudadano que ya no cree en el teatro del bienestar.
Es la confirmación de que el gobierno perdió el monopolio de la narrativa. El “pueblo bueno” ya no se reconoce en Sheinbaum ni en su movimiento.

El principio del fin

No es el video en sí lo que debería preocupar a Palacio Nacional, sino lo que representa: la caída de la máscara.
Si antes la oposición era la que gritaba fraude, ahora es el pueblo el que escupe. Si antes la 4T presumía legitimidad, ahora enfrenta la vergüenza pública.

La saliva en el rostro de Sheinbaum no fue un insulto aislado: fue la metáfora perfecta de un gobierno que se hunde en su propio desprecio.
Porque cuando el pueblo ya no escucha, no aplaude y no respeta, lo único que queda es el vacío.

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