Ahora hasta en tu casa te quieren cobrar derecho de piso
El monstruo de la extorsión no deja de crecer en México. Lo que antes parecía limitado a comercios, ahora se expande hasta los hogares: familias que jamás imaginaron tener que pagar “derecho de piso” en su propia casa, hoy son víctimas directas de grupos criminales que operan con total impunidad.
El ciudadano común ya no puede más: asaltos en la calle, inflación que devora salarios, impuestos que suben sin cesar, comisiones bancarias, explotación laboral… y ahora, renta forzada dentro del territorio del crimen organizado. El cálculo es simple y aterrador: según el tamaño y ubicación de la vivienda, así se determina la cuota que cada familia debe pagar para no ser despojada o agredida.

La nueva cara del despojo
Informes y denuncias locales confirman que el fenómeno dejó de ser exclusivo de los negocios. Hoy la extorsión se volvió una forma de renta paralela, donde todos los habitantes de zonas controladas por el crimen terminan aportando a las arcas del narco.
Quien se resiste paga el precio más alto: despojo, amenazas, ataques e incluso la muerte. El aparato de justicia, débil y corrupto, apenas reacciona. Cada caso que estalla en la prensa es solo la punta de un iceberg sumergido en el silencio y el miedo.
Cuautla, un ejemplo alarmante
En Cuautla, Morelos, la situación se ha convertido en un foco rojo. Entre enero y mayo de 2025 se abrieron 93 carpetas de investigación por extorsión, lo que equivale a 49 casos por cada 100,000 habitantes: la tasa más alta del país. Y eso sin contar la llamada cifra negra, que especialistas calculan en más del 80 %.
Lo más grave: videos que circulan en redes muestran al propio alcalde de Cuautla reunido con operadores del Cártel de Sinaloa. Una evidencia escandalosa que debería haber detonado investigaciones de fondo, pero que terminó, como tantas veces, diluyéndose en rumores y “chismes políticos”.
Un monstruo con protección oficial
La expansión de la extorsión solo es posible porque cárteles nacionales y células locales trabajan con la bendición de autoridades corruptas. La línea que separa al Estado del crimen se difumina en cada policía que protege extorsionadores, en cada funcionario que se reúne con capos, en cada fiscalía que archiva una denuncia.
México se enfrenta a un monstruo que crece con cada peso que arranca a la ciudadanía. Un monstruo que avanza alimentado por la complicidad política, la indiferencia gubernamental y la impunidad estructural.
Conclusión
La extorsión dejó de ser un problema aislado: hoy es un sistema paralelo de recaudación criminal. Mientras tanto, el gobierno sigue negando la magnitud de la crisis, los cárteles siguen cobrando rentas y la ciudadanía sigue atrapada entre la violencia y el abandono.

El monstruo avanza, y México permanece desprotegido en la oscuridad.