En un operativo sin precedentes, autoridades federales, capitalinas y mexiquenses han iniciado una jornada de búsqueda en la Sierra de Guadalupe que ya arroja resultados estremecedores: se han localizado restos que podrían corresponder a más de 250 personas desaparecidas, junto con prendas y objetos de interés ministerial. Este hallazgo, registrado durante la primera fase del operativo, expone la dimensión brutal de la crisis forense y humanitaria que atraviesa el país.

🔍 Coordinación Interinstitucional Histórica
El operativo forma parte de una estrategia metropolitana que abarca más de 250 carpetas de investigación activas en la Ciudad de México y el Estado de México. La acción conjunta involucra a la Fiscalía General de Justicia del Estado de México, la policía municipal de Ecatepec, y autoridades de Tlalnepantla, Cuautitlán Izcalli, Tultitlán, Tultepec, Coacalco de Berriozábal y la alcaldía Gustavo A. Madero.
Según Edmundo Esquivel Fuentes, director de Prevención del Delito en Ecatepec, el despliegue continuará durante tres semanas, recorriendo zonas de alta incidencia en desapariciones forzadas y violencia estructural.
🧬 Hallazgos de Interés Forense
Durante la primera jornada, se registraron hallazgos de restos humanos y no humanos, así como prendas y objetos que podrían ser clave para esclarecer múltiples casos. Todo el material fue asegurado por la Fiscalía para su análisis forense, en un proceso que podría reabrir líneas de investigación estancadas y ofrecer respuestas a cientos de familias.
⚠️ Implicaciones Sistémicas
Este hallazgo no solo representa un avance técnico en la búsqueda de personas desaparecidas, sino que también desnuda el colapso institucional en materia de justicia, memoria y reparación. La Sierra de Guadalupe, convertida en escenario de horror, revela cómo el territorio ha sido testigo silente de una violencia que se acumula en fosas, objetos abandonados y cuerpos sin nombre.
🧠 Reflexión Editorial
Más allá del dato forense, este operativo exige una lectura crítica: ¿qué tipo de Estado permite que más de 250 personas desaparezcan sin respuesta? ¿Qué mecanismos de simulación han sostenido el silencio? ¿Y qué papel juega la sociedad civil en exigir verdad y justicia frente a una maquinaria que normaliza el olvido?
Este hallazgo no debe archivarse como una cifra más. Debe convertirse en símbolo de ruptura, en detonante de memoria, y en llamado urgente a desmontar las estructuras que permiten que la Sierra de Guadalupe se convierta en un cementerio clandestino.