VIDEO ¡Policías se hacen de palabras, se golpean y se dan de tiros! | Se salen de control los municipales

En un México donde la violencia se presume como externa, producto del crimen organizado, del narco o de “grupos armados”, cada tanto emergen escenas que nos obligan a mirar hacia dentro. En un video reciente difundido por medios nacionales, policías municipales de Acatlán de Osorio, Puebla, protagonizaron un violento enfrentamiento entre ellos mismos: se gritaron, se golpearon y, finalmente, se dispararon.

Sí, policías disparándose entre sí.

No fue una emboscada del crimen. No fue una célula infiltrada. Fue la propia estructura que se rompió frente a las cámaras y ante los ciudadanos. Y esto no es una anécdota: es un síntoma. El Estado ya no es garante del orden, sino protagonista del desorden.


¿Qué pasó en Acatlán?

Según los reportes, los hechos ocurrieron en las instalaciones de la Comandancia Municipal. Dos bandos dentro del cuerpo policial, divididos por conflictos internos –probablemente de carácter administrativo, jerárquico o económico– comenzaron una discusión que escaló a golpes y posteriormente a disparos.

Los elementos involucrados portaban sus uniformes, sus armas oficiales, su insignia del Estado. Lo que no portaban era autoridad moral ni profesionalismo. El video es claro: no hay protocolo, no hay mando, no hay respeto. Sólo rabia, confusión, y miedo.

Lo más grave no es el espectáculo en sí, sino lo que revela: que la corporación policial, lejos de operar como un cuerpo disciplinado, actúa como una banda armada sin control. Una célula más en el mosaico del caos institucional mexicano.


El Estado se dispara a sí mismo

Este hecho no puede verse como un caso aislado. En México, la policía municipal es el primer contacto entre la ciudadanía y el poder estatal. Son quienes deben proteger a la comunidad, mediar conflictos, garantizar la paz cotidiana. Si esos mismos agentes se tratan entre ellos como enemigos, ¿cómo tratarán al pueblo?

Cuando los policías se disparan entre sí, el Estado se dispara a sí mismo. El monopolio de la violencia legítima –piedra angular del Estado moderno– se fractura. Lo que queda no es autoridad: es sólo fuerza bruta sin dirección.


Acatlán no es la excepción

Los conflictos internos en cuerpos policiacos municipales se repiten por todo el país. Malos salarios, corrupción interna, jefes impuestos por el narco o por intereses políticos, abandono institucional, nula capacitación, impunidad.

Acatlán es apenas un reflejo de algo más profundo: una estructura de seguridad colapsada. Y mientras el gobierno federal apuesta todo al Ejército y a la Guardia Nacional, los municipios –el verdadero frente de batalla de la seguridad pública– quedan a la deriva.


¿Y los medios? Puro show

Como es costumbre, los medios tradicionales presentaron la noticia como un “video impactante”. Viralizaron el espectáculo, pero no explicaron el fondo. Lo redujeron a morbo. No cuestionaron las causas, ni exigieron responsabilidades.

El problema no es que los policías se peleen a golpes o a tiros. El problema es que el Estado ha permitido que sus brazos armados operen sin ética, sin entrenamiento, sin supervisión real. Y los medios, en lugar de denunciarlo, lo convierten en entretenimiento.


¿Hacia dónde vamos?

El verdadero terror no es que haya balaceras entre policías. Es que ya no nos sorprenda.

Lo que pasó en Acatlán de Osorio debería encender todas las alertas. No solo por lo que muestra, sino por lo que oculta: que estamos llegando al punto donde la violencia institucional ya no necesita pretextos. Donde el enemigo está en casa. Donde el “orden” es sólo una máscara, cada vez más rota.

Y mientras tanto, ¿quién protege al pueblo?


Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio